*Giovana Barbosa de Souza
Todos los adultos guardan dentro de sí sus memorias en un baúl encantado con los recuerdos del tiempo cuando fueron niños. En ese baúl mágico viven nuestras referencias, el sabor de las comiditas que marcaron nuestra introducción a los alimentos, los miedos a los fantasmas y las leyendas que los adultos o los niños mayores contaban.
En este lugar tan especial también están adormecidas nuestras primeras alegrías, el maravilloso sentimiento de los descubrimientos, de las posibilidades de superación, del olor de la comida caliente esperando en el plato a la hora del almuerzo, de las canciones que ponían en el radio, de las veces que alguien contaba una historia o leía un libro. Acciones que alimentan y que hacen volar la imaginación. Acciones que expresan acogida, el cariño y la confianza por parte de los adultos que convivían con los niños que fuimos.
Y allí, en ese baúl guardado en el pecho y en la memoria, está en un lugar muy especial el repertorio de juegos que cada uno vivió. Ese hilo dorado es responsable por buena parte del descubrimiento de la vida y de la construcción de nuestra identidad. Por eso, este lugar es tan importante en la vida de cada uno de nosotros y de todos los niños.
El tema del juego es objeto de muchas investigaciones que fundamentan teorías y fijan orientaciones para padres y profesionales de la niñez. Para la Alianza por la Infancia, lo más importante es defender esa forma de jugar que no tiene fórmulas, un acto esencial que ocurre a través de la exploración de los movimientos y del interés por lo nuevo. Por lo simple. Del respeto al descubrimiento de pequeñas cosas como parte importante de la formación de cualquier niño. De la valorización de la imaginación.
En este período de la historia, inicio del siglo XXI, vivimos un período de excesos. De consumo, de información y de trabajo. Y escasez de tiempo para responder por todos los compromisos y estímulos del día a día. Frente a eso, la Alianza invita a los adultos a parar un poco, a dedicar un momento para recordar quién y cómo éramos los niños que fuimos. Esta reflexión también te invita a pensar cómo están las relaciones con los niños que están más cerca de ti. Será que en algún lugar, dentro del baúl encantado, ¿hay alguna cosa especial para compartir? Es tiempo de jugar, de valorizar la importancia del juego para la formación humana.
La observación atenta que se hace durante el momento que el niño está jugando, nos revela pequeños movimientos que contienen el experimento, el desafío, el miedo, el valor de arriesgar, el lanzarse a nuevas posibilidades. En esos momentos mágicos surgen las formas de contacto entre la vida que llega a la Tierra y los aprendizajes que harán de esta individualidad un puente para nuevos saberes. En el acto de jugar viven las acciones de aprendizaje de la vida. Jugando, los niños exploran el mundo.
En este sentido, sea en casa, en la calle o en la escuela, es muy importante que los ambientes sean preparados con cuidado para que, adultos y niños, puedan vivir las posibilidades de descubrir el mundo en contacto con la naturaleza. Es jugando que el niño se enfrenta a los primeros “por qué?” de la vida: por qué las orugas se convierten en mariposas? Por qué las estaciones del año cambian de tiempo en tiempo?
Garantizar y cuidar el tiempo de juego es un gran desafío. Exige que el adulto esté presente y atento al momento que vive el niño. Cada niño es único y su individualidad se hace presente en el acto de jugar. La observación siempre revela las marcas de cada niño, nos dice quién es y, muchas veces, también nos dice qué es lo que necesita.
Es jugando que los niños experimentan sensaciones como el miedo, la valentía, la confianza. Y es ahí donde también se enfrentan con los momentos de pelea y con el perdón. La posibilidad de jugar con amigos de otros contextos sociales y de otras culturas, es otro factor muy importante para la construcción de esta identidad. Este conjunto de cosas le da a los niños la oportunidad de vivenciar conflictos y de vivir la resolución de los mismos, los cuales son saberes esenciales para los seres humanos. Jugar es un derecho y una necesidad. Los niños necesitan ser reconocidos como ciudadanos pertenecientes a las ciudades que habitan y le corresponde a los adultos garantizar que los espacios de convivencia permitan el juego. El derecho a moverse, a explorar el ambiente, a descubrir el mundo y a desarrollarse con salud. El derecho a vivir. El derecho a ser feliz.
*Magister en Derechos Humanos y Procesos Democráticos por la EIUC- European Inter-University Centre for Human Rights and Democratization. Hace parte del Consejo deliberativo de la Alianza por la Infancia en Brasil y es miembro del Consejo Internacional- Alliance for Childhood.