Renate Keller Ignacio – Consejera de la Alianza por la Infancia, trae una reflexión sobre el juego libre y sus relaciones con la noción del ritmo y tiempo y la construcción de ambientes acogedores que estimulen el desarrollo infantil.
Alianza por la infancia (AI): ¿de qué forma el acto de jugar, especialmente en la primera infancia, está relacionado con el desarrollo del niño?
Renate (R): observando los últimos descubrimientos de la neurociencia, sabemos que el cerebro nace como una especie de rasguño, inmaduro. Él está permeado por procesos vegetativos, creativos. Las sinapsis se están formando, las mollejas están abiertas, él está creciendo. Y así se va perfeccionando en los primeros años de vida. El niño pequeño todavía no tiene madurez para la reflexión y la autoconciencia. Él absorbe el ambiente a su alrededor, como una esponja, y aprende por medio de la imitación. Imitar es entregarse al ambiente de forma inconciente, moverse de acuerdo a un ejemplo, hacer. El jugar es una expresión de ese estado imitativo del niño.
AI: e imitando los actos del día a día él va aprendiendo.
R: exacto. En los primeros tres años, el niño aprende a caminar, a hablar y a pensar, imitando inconcientemente a las personas que lo rodean. Su primer juguete es su propio cuerpo, que él domina paso a paso, venciendo la fuerza de gravedad y enderezando en la posición recta. Después, en los juegos de “hagamos de cuenta”, él imita el hacer de los adultos.
Cuanto más juega el niño en este estado inconciente, entregado al movimiento, al hacer, mucho más se puede desarrollar su cerebro. Él necesita que lo dejemos en paz, pues es así como él será una herramienta madura para que el niño inicie el aprendizaje escolar después de los seis años de vida completos.
AI: la relación con el espacio, ¿cómo le ayuda al niño a aprender y desarrollarse?
R: la herramienta de educación más eficaz en la primera infancia es el ejemplo. Crear un ambiente para el niño, digno de ser imitado, un ambiente de confianza, donde él pueda entregarse con alegría a jugar, imitando acciones de adultos que toman sentido o se perciben a través de los gestos, es lo que podemos ofrecer como más valioso para el niño. Jugando, el niño explora el mundo, descubre sus secretos y se descubre. Él imita todo lo que está a su alrededor, no sólo los gestos y los comportamientos de los adultos, sino también a otros niños, a los animales y hasta los materiales y juguetes que lo envuelven. Todo genera movimiento dentro del niño como si fuera un eco.
AI: hablando de movimiento, ¿cuál es su evaluación sobre la rutina de los niños ysu relación con el cuerpo y con el mundo?
R: los adultos poco se mueven cuando están cerca de los niños. Con apretar un botón encienden la lavadora, a batidora, el televisor. En otros tiempos, los niños observaban el trabajo doméstico y participan en él. De esa forma, ellos tenían vivencias de trabajos que tenían sentido para manutención de la vida. El adulto buscaba las hortalizas en la huerta, las lavaba, las cortaba y colocaba en la olla, encendía el fogón para cocinar y después servía la comida. La secuencia de esas acciones tiene una lógica y todo tiene sentido. El niño, al observar eso, logra vivenciar la interrelación entre las cosas y se siente acogido, haciendo parte del mundo que está lleno de sabiduría. Él vivencia que una acción es consecuencia de otra y que la secuencia de acciones tiene un objetivo.
AI: en ese sentido, tiempo y espacio están íntimamente conectados en esa experiencia de aprendizaje.
R: Si. El niño participa de una serie de vivencias sensoriales: en la huerta él ve el orden de la plantación, siente la tierra suave debajo de los pies descalzos, siente el olor de la tierra fresca y de las hortalizas, oye el sonido de los pájaros o de la conversación de los adultos. Al entrar a la cocina, siente el calor del fogón de leña, el olor del humo, oye el estallido de la madera cuando se quema y siente el olor de los alimentos. Después saborea la deliciosa comida. Hoy los niños permanecen en instituciones especializadas, higienizadas, donde casi todo está relacionado con la vida del ser humano, pero puede percibir que es mantenido lejos de eso. La limpieza es hecha cuando los niños están en el patio, la cocina industrial es un lugar prohibido, el mantenimiento es hecho los fines de semana, los bebés son cambiados de pañal en el lugar destinado para ello. ¿Qué puede imitar el niño?
AI: y ¿en casa?
R: en el ambiente familiar, los niños todavía tienen algunas vivencias del trabajo del adulto, pero muchas veces los adultos estresados prefieren que ellos se queden jugando en el computador o viendo televisión. ¿Qué sucede cuando el niño, entregado inconcientemente a los movimientos del mundo, ve televisión? Él necesita quedarse quieto, su ojo no se mueve, pero las imágenes de la pantalla pasan tan rápido que es imposible conectarse con ellas, y mucho menos imitarlas. Después de algunos intentos, el niño desiste, se desconecta. Este alejamiento de la vida es reforzado por los juegos electrónicos. En ellos el niño se identifica con figuras virtuales que viven en un mundo virtual fantástico, mucho más atractivo que el mundo real. Ante esta situación, ¿cómo queremos formar ciudadanosresponsables y actuantes de formapositiva en la vida real?
AI: ¿y cómo repensar esos modelos?
R: si queremos repensar las instituciones de educación infantil tenemos que partir de la siguiente pregunta: ¿cómo podemos transformarlas para ofrecer a los niños un lugar de desarrollo, respetando las características mencionadas antes? O sea, aprender por la imitación a través el juego libre. Pensando así, las instituciones de educación infantil deben ser lugares donde los niños encuentren adultos trabajando, haciendo cosas que tienen sentido para la vida del grupo o de la comunidad escolar. Debemos crear un ambiente donde los niños puedan percibir este sentido en los gestos, en la secuencia de las acciones y puedan participar en ello.
AI: el contacto con la naturaleza, ya sea en un paseo en la playa, subiendo un árbol u observando una planta en el parque, también es muy importante, cierto?
R: los materiales de la naturaleza también promueven el desarrollo de los sentidos, pues ofrecen variadas texturas, colores, olores, pesos y formas. Ellos favorecen nuevos descubrimientos y sorpresas cada día. En ese juego libre con fantasía no solo se observa la imitación, sino también la transformación de aquello que el niño vivencia a través de su imaginación, estimulada por los elementos de la naturaleza. Así construyen, poco a poco, su percepción del tiempo y del ritmo, y fortalecen su propia seguridad y fuerza de voluntad.