El juego como actividad que valoriza la pluralidad humana

21 de maio de 2019

La artista e investigadora negra Renata Felinto dos Santos rememora su infancia y destaca la necesidad de reflexionar sobre el racismo en los juegos infantiles en este artículo para la Guía de Semana Mundial de Jugar 2019.

 

Planté una cebolla en mi portal

Nació una negrita con delantal

Baila, negrita!

Yo no sé bailar

Cojo el azote ¡baila ya!

Este fragmento de una popular canción infantil conocida por todos –en Brasil-, es solo un ejemplo que sirve como preparación y sensibilización para entrar al asunto que este texto presenta, a saber, los juegos infantiles y al acto de jugar ante el racismo que estructura la cultura y sociedad brasileña.

Para escribir sobre este tema poco discutido por los educadores, fui hasta los recuerdos de mi infancia que permanecen extremamente marcados en mi adultez como mujer. Algunas situaciones están tan presentes como si hubieran ocurrido la semana pasada hacen que respire profundo y el corazón palpite con fuerza. Mis ojos se llenan de lágrimas al recordar a mis amiguitas y amiguitos cuando tenía seis, siete, ocho años. El día era muy largo, en pocas horas acontecían innumerables juegos, carreras, conversaciones y risas jugando en el jardín de mi abuela materna, en la calle al lado de su casa, en el patio del edificio donde crecí con una multitud de niños, hijas e hijos de los empleados de la periferia de São Paulo. Sí, de hecho la infancia es una etapa que puede ser mágica, puede ser… existe esta posibilidad que no siempre es realidad. La infancia y el juego también pueden ser crueles.

Necesitamos mencionar algunos puntos fundamentales a los cuales no se les da la suficiente relevancia al respecto de la infancia, a la relación entre los niños y las niñas y los juegos. Tratar esa etapa y práctica de forma romántica al punto de que lo ideal se vuelva una regla es borrar los recuerdos de nuestra propia infancia, pues para muchas personas esa fase de la vida no es tan dulce, tan mágica, tan encantadora.

Los niños y las niñas viven sus propios dilemas relacionados con su ser que se está descubriendo frecuentemente, descubriendo el mundo junto con otros niños y niñas y con los adultos.

En el caso de los niños y niñas negros además de todo lo que les sucede como a los otros, tienen que lidiar muchas veces solos y solas con la cuestión étnico-racial, de modo que tienen que enfrentar la perversidad y crueldad del racismo enraizados en la sociedad brasileña.

Algunas situaciones son banalizadas por los educadores y ocurren en los espacios de juego con más frecuencia de lo que imaginamos. Podemos mencionar tres momentos donde se manifiesta el prejuicio racial entre los niños y las niñas, como sociedad nos hemos acostumbrado a esos conflictos que pueden ser traumáticos para esa etapa. Resaltamos que en esas situaciones los niños y las niñas no poseen la suficiente madurez para solucionar los conflictos solos, y comúnmente por estos motivos son interpretados por los adultos como “cosas de niños”.

El primer ejemplo evoca el cuento de hadas en el cual las niñas negras nunca son princesas, obviamente porque las referencias de las historias infantiles difundidas en los espacios educativos aun trabajan con el referente europeo que destaca evidentemente un padrón de fisonomía que es propio de ese lugar: niñas blancas y rubias. También destacamos los juegos cooperativos o competitivos en los cuales son montados equipos o grupos donde los niños eligen los que serán sus compañeros, en este caso los niños negros son generalmente los últimos en ser escogidos.

Finalmente en los momentos en los que deliberadamente los niños que no son negros se niegan a jugar con niños negros, y expresan que el motivo se basa en las cuestiones fenotípicas, esto quiere decir, en la apariencia del niño negro.

Todas estas situaciones suceden en los lugares de educación formal e informal, o sea en las instituciones tradicionales de enseñanza, en los museos, centros comunitarios, institutos culturales, entre otros y también en las casas de los niños y niñas. En estas situaciones los niños y niñas negros son invisibilizados y silenciados cuando manifiestan sus sentimientos a las personas adultas responsables por acompañar el proceso de educación. El racismo sufrido por las personas negras desde la infancia ha sido tratado solo como un reclamo, pero en realidad, hace parte de la estructura de nuestra sociedad y está presente diariamente, ordinariamente. Tal vez por estar tan presente es que sea dispendioso identificar y realizar la reeducación de los niños que lo practican, así como de los que son afectados por esto durante los juegos.

Para todos esos momentos en los cuales los niños expresan de manera explícita o implícita que el color, raza o etnia es un impedimento para el desarrollo de un juego, es fundamental que exista la mediación e intervención de un adulto para sanar el conflicto.

Ese momento más adecuado hace parte del proceso educativo, el juego es un acto simbólico que nos anticipa a lo que viviremos en los demás momentos de la vida más allá de la infancia. Es en esa etapa de la existencia humana que debemos presentarles a los niños y niñas conceptos que se deben convertir en práctica como la pluralidad o diversidad humana, la empatía, la alteridad, el altruismo y la colaboración.

Cuando hablamos de diversidad nos referimos a cuestiones étnico-raciales, sin embargo este es una cuestión más profunda que abarca los conceptos de cognición, movilidad, sexualidad, entre otros. Dialogar de la empatía significa educar al niño para que tenga la capacidad de colocarse en el lugar de otro niño cuya apariencia y realidad son diferentes de las suyas. Con la alteridad que complementa a la empatía, es posible trabajar el hecho de que un niño solo existe porque hay una interrelación, una interacción entre él y los otros. Con altruismo podemos mostrarle al niño que su humanidad se desarrolla en la medida en que se vuelve capaz de preocuparse por otros niños desde un punto de vista espontáneo, también de colaborar, contribuir y construir colectivamente.

El juego saludable es humanizador, es instrumento de (trans)formación de una sociedad como la brasileña en la cual observamos cada vez más manifestaciones en contra de los derechos y conquistas de las minorías, existentes en las políticas públicas de los últimos quince años. Dentro de ellas destacamos la ley 11.645/08, antigua 10.645/03 que obliga la enseñanza de historia y cultura de los pueblos indígenas, africanos y afro brasileros en las escuelas como asunto inscrito en el currículo y que abarca diversas disciplinas.

El juego que abarca la diversidad de forma positiva es fundamental para la formación de ciudadanos que poseen el sentimiento de respeto por quien es diferente en cualquier aspecto. En este sentido es necesario involucrar a los adultos, los que son responsables por los niños y las niñas dentro de las familias, en las escuelas y en los demás espacios frecuentados por ellos. Sabemos que los niños y niñas aprenden del mundo que los rodea incluyendo las relaciones humanas, a partir de la observación de comportamientos, gestos y tono de voz.

Como adultos conscientes de las transformaciones que son imprescindibles para vivir en una sociedad lo más armoniosa posible, debemos ofrecer oportunidades para que los niños y niñas conozcan otras visiones de la vida, de culturas y pueblos. De esta forma las actitudes que surgen del impulso y el deseo por un mundo mejor y con más equidad dependen de nosotros. Esto significa entre otras cosas, buscar por ejemplo juegos de origen africano, o contar historias infantiles de culturas asiáticas, amerindias y africanas, además de corregir y reeducar a los niños que hagan todo tipo de ofensas incluyendo las raciales de forma lúdica, sin usar el castigo o la represión. Jugar es desarrollar los sentidos, la coordinación motora, el conocimiento de los límites del cuerpo, intercambiar aprendizajes, compartir con alegría, donar sonrisas, crear y fortalecer los afectos. El juego como actividad de la infancia es de carácter educativo y formativo, debe tener por supuesto la observación atenta y afectuosa de adultos conscientes de las prácticas y tratos inaceptables, ya sean las bromas o “aquellas cosas de niños”. Cosa de niños es aprovechar esa etapa que no vuelve más aprendiendo a ser diferente, que es la parte más bonita de nuestra vasta diversidad humana.

 

RENATA APARECIDA FELINTO DOS SANTOS es negra, madre soltera de Benedita Nzinga de cuatro años y de Francisco Madiba de cinco años. Es artista visual, investigadora y profesora de Teoría de Arte en la Universidad Regional de Cariri, Ceará. Es doctora y maestra en Artes Visuales de la UNESP, y especialista en Curaduría y Educación y Museos de Arte del MAC, de la Universidad de São Paulo.

 

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