El cuerpo que sabe el lenguaje del juego

24 de abril de 2018

*Soraia Chung Saura

Amanece. Jugar –aunque sea verbo de acción- inicia en la pausa, en el silencio, en el despertar de una idea. Por eso la importancia de tiempos libres, de espacios vacíos, de ocio y de tedio. Importante la lentitud, la pereza y desperezarse. Cuánto tiempo de sosiego y quietud es necesario para que una planta florezca con todo su esplendor? Así también es el tiempo del cultivo, del artista, de la idea y de la obra. La creación –crear, creatividad, niño, génesis- requiere el resguardo, la pareja conformada por escucha y observación, un conocerse en potencia. La contemplación. En la pausa, la presencia y la entereza. Déjeme quieto mientras despierta el mundo. No acelere mis tiempos.

Es en esta observación atenta que uno se siente obligado a comprometerse corporalmente. En el juego menudo, miniaturizado, en la hormiga y en la araña. Algo en el mundo me invita – el encantamiento es una señal reveladora- pues anuncia la importancia de algo, me moviliza. El mundo se mueve despierto y su movimiento es fascinante.

Miro los míos. Veo gestos bellos y enteros. Mano en la masa, es pan. Ellos ofrecen referencias, imágenes, invitan a adherirse. Allí hay algo que repercute dentro de mí. Se agudiza mi deseo, también quiero hacer esto. Me siento desafiado.

El mundo es mi provocación, comprendo el mundo porque lo sorprendo con mis fuerzas incisivas (…) La provocación es una noción indispensable para comprender el papel activo de nuestro conocimiento del mundo. (BACHELARD,1998 p.166)

Es día claro. Soy un niño actuante, vigoroso. Veo muchos gestos. A partir de una provocación, un desafío es puesto. Voy por él contento, entusiasmado. No existe juego sin entrega corporal al aquí y al ahora. Sin presencia y entero “de cuerpo y alma”. La presencia se refiere a “esa sensación de haber corporificado algo” (Gumbrecht, 2004, p.167). Aquella imagen o gesto, repito, pero no imito. Quiero corporificar esto! Me esfuerzo, intento, de nuevo, de nuevo. Aprendo, insisto, aprehendo. Hasta que este gesto sea mío.

Este se vale de un diálogo con la materialidad del mundo amplio: agua, piedra, arena, madera, aire, fuego. También las cuerdas, los clavos, los cauchos, los balones, los objetos del mundo, desde siempre. Herramientas existentes o inventadas, extensiones de las manos humanas, fascinaciones de los hombres desde el inicio de los tiempos. Potencian mi fuerza, mi querer, mi movimiento. El balón, el caucho, la cuerda, la tiza: motivadores materiales de ese repertorio humano. El barco, el carro, el avión, instrumentos que cautivan. Qué es lo que hombres y mujeres son capaces de crear para aumentar su alcance, su potencia? Revuelvo, mezclo, revuelvo. La mano, como el ojo, tantea para ver:

 

Ver, así como tocar o moverse, “no es una decisión del espíritu”, no nace del “yo pienso”, enunciado por la “cosa que piensa”, pero se origina del cuerpo como un sensible que, silenciosamente, dice “yo puedo”. La visión se hace en medio de las cosas y no fuera de ellas. Allí donde un visible se pone a ver y se ve viendo, allí, “como el agua madre en el cristal”, persiste la carne del mundo, la indivisión irreductible del sintiente y de lo sentido. (Chauí, 1988, 60). Los materiales, cuanto más simples, más instigan. Surgen viejas e impetuosas creaciones. Hago la rueda de un pedazo de madera! Sudo y esculpo. Son los juguetes. 

 

El diálogo es conmigo y con el mundo, pero otros amplían mis posibilidades de acontecimientos. Cómo es de bueno ter compañía! Creamos nuevas reglas para las mismas cosas, peleamos, despertamos y jugamos. Con horizontalidad, pues poco importa la clase social, el género y la edad. Con simplicidad, ejercitamos la trayectoria del hombre en la tierra, esto es lo que importa: corremos, luchamos, cazamos, disputamos. También construimos cabañas, nos arrimamos a los árboles, diseñamos desafíos en el piso, saltamos la cuerda, elástico, hacemos comiditas. El imaginario es este repertorio biocultural heredado de nuestros antepasados lejanos, despierto en la concreción del mundo. Se revela y reverbera en el cuerpo. Invita, llama, encanta. Un diálogo corporal que se abre a nuestra raza. Tenemos el mismo cuerpo, las mismas angustias. Nuestra corporeidad llena la memoria. Jugar, un idioma que todos sabemos.

Ocupamos los espacios, vamos para el campo y para la calle. Que el mundo nos vea, que el mundo nos reconozca. Somos lo nuevo. No me diga no, estoy seguro si exploro el mundo. Subo más alto y todavía más alto. Conquisto nuevos terrenos.

Anochece. Estoy pleno. Reencuentro a los míos. Nos sentamos al borde de la fogata, historias de mucho antes desfilan frente a mis ojos, son tantas! Luces y sombras. Después bailamos, cantamos y así, entre cantos e historias creamos todas las imágenes de la literatura y de las artes.

El sueño resuena, el sueño me habita, sigo íntegro. Imágenes de plenitud en la totalidad del mundo. Parte de este cielo repleto de estrellas. Yo soy el universo.

 

*Profesional en Filosofía de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Sao Paulo (2001). Magister y Doctorado en Antropología del Imaginario de la Facultad de Educación de la Universidad de Sao Paulo (2008). Profesora Doctora del Departamento de Pedagogía del Movimiento del Cuerpo Humano de la Escuela de Educación Física y Deportes de la Universidad de Sao Paulo (2010).

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